Por la GRACIA de Dios, soy lo que soy

¡Que sencillo que resulta reconocer el favor de Dios para con el ser de uno cuando coincide SU apreciación con la que se tiene de uno mismo!La lucha interior se desata cuando la voz del yo, sumada a la de otro “especialista” en el descrédito, encuentra lugar en el corazón y al captar que son atendidas actúan como si fueran potentes excavadoras mecánicas que perforan el corazón sin importarles el tamaño que este tenga.

La primera incursión de las voces desacreditantes de la gracia de Dios pueden llegar por medio de las personas más insospechadas, porque lo que se espera de ellas (mamá, papá, hermanos, hijos, familia extendida, maestros, etc.), es que sumen para el bien.

Voces que dicen:
No servís para nada, es tu culpa, te corresponde a vos, si lo hubieras hecho mejor, si te hubieras esmerado más, si de verdad te importara, si te hubiera costado lo que en realidad vale, si de verdad me quisieras…

Lista -que parece interminable- de calificativos inapropiados, incorrectos, mentirosos, manipuladores, que aunque parecen solo palabras, dichas con insistencia, terminan de convencer al oyente, de que son verdad…

Porque lo que están transmitiendo es que “sos” un inservible, un desagradecido, un bueno para nada, un insensible…

¡Cuánto más si no se tiene acceso al filtro precioso del Espíritu Santo que guarda el corazón y los sentidos, por los cuales le llega el “alimento” a ese órgano vital "Porque de él mana la vida," dice el Proverbio!

La voz de Dios dice: “Eres de gran estima para mí, de tal manera te he amado, daré naciones por ti, nadie podrá hacerte daño...” Y hay más aseveraciones de parte de Dios, declaraciones de verdadero amor, para mí, para vos y para todo aquel que esté dispuesto a tomar estas Palabras y a creerlas.

Las palabras de descrédito las tuve tan incorporadas a mí, como el color de mis ojos, o de mi piel, que no se modifican con el paso de los años…

HASTA QUE TOMÉ LA DECISIÓN de creerle a Dios con todo mi corazón, al que hizo nuevo a partir de mí encuentro con Él.

Decidí desalojar las voces, que como eximias conferencistas, pretendían continuar como si nada hubiera pasado con sus convincentes y efectivas charlas destructivas. Habían tenido buen resultado hasta que una firme decisión acabó con sus cuerdas vocales: ¡LE CREO A DIOS!

No obstante, se resisten a desaparecer del todo, y por ello tengo que estar alerta a la voz de mi Amado, quien dio su vida por mí, al que me viste especialmente, al que sana todas mis dolencias, al que preparó una eternidad para pasarla juntos, al que hizo un sol e innumerables estrellas, los mejores colores, el que se deleita cuando corro a buscarlo antes que a cualquier otra persona, al que nunca me hace esperar cuando estoy necesitada, al que vela por mí cuando duermo, al que me dice “No temas, Yo te amo con amor eterno, Yo te puse nombre”.

La decisión de creerle a Él puso fin a las comparaciones, a las insuficiencias, a tantas frustraciones, a las culpas, a tantos “yo no puedo”. A vos también te puede pasar y podrás declarar:
“PORQUE POR LA GRACIA DE DIOS, SOY LO QUE SOY”
1 Co 15:10
Marisel.

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